Etnicidad

Construcción de Etnicidad

Dr. Héctor Morales Morgado 2015 La etnopolítica, si bien es la acción por el
reconocimiento de la diferencia cultural, no obstante
también es la ideología de cohesión de la diferencia


Lo étnico

Lo étnico se ha transformado en un reto conceptual y metodológico, la emergencia de nuevas identidades étnicas en Latinoamérica, ha generado una revisión de la condición sociocultural de las antiguas agrupaciones culturales.

Extraños, gentiles y extranjeros

Etimológicamente el término “etnia” proveniente del adjetivo griego ethnikos, significa "gentil". El adjetivo, a su vez, deriva el sustantivo ethnos que significa “gente o nación extranjera”. Sin embargo, a principios del siglo XVIII, este sustantivo dejó de relacionarse con el sentido pagano que inicialmente se le asignó. Ya hacia mediados del siglo XX, el uso moderno indica que el vocablo “etnicidad” es una palabra que alude a formas específicas de diferenciación cultural. Estas han sido abordadas con distintos matices desde las tradiciones sociológicas, antropológicas y/o políticas (Gellner 1988; García 1998; García 2004). En su traducción al latín, el sustantivo ethnos resulta en "natio", vocablo que también designa a los pueblos bárbaros y lejanos; por oposición a los romanos que se autodenominaban populus, y nunca como natio. Incluso en la Vulgata latina del Nuevo Testamento, la traducción del término ethnos es "gentilis" (los “gentiles”), al contrario de los judíos y cristianos, quienes supuestamente
profesan la verdadera religión revelada de la Biblia. Lo curioso es que el inglés —que sólo posee el adjetivo “étnico” y no el sustantivo correspondiente— conservó este sentido del Nuevo Testamento: ethnics significaba “pagano” o “gentil”.

El uso de esos términos comúnmente ha tenido una connotación excluyente, discriminatoria y, muchas veces, de envilecimiento (Hutchinson y Smith 1996). Es decir, las “etnias” siempre son los “otros”, restándose a esos “otros” el grupo que clasifica de ese modo desde una posición dominante. Así, para los griegos las “etnias” ("ta ethnea") eran las otras gentes; los no griegos, los periféricos, los bárbaros foráneos.

Paradigma de la Etnicidad como Cultura

En este paradigma prima la idea de etnicidad como equivalente a la identidad cultural. Para la operación epistemológica que concibe la cultura cerrada, homogénea y ubicada en un área territorial, ella es una categoría universal. En este caso, la interculturalidad se da a través de procesos de aculturación, transculturación y sincretismo de tradiciones e instituciones. Por lo tanto, en América Latina, está abierta la posibilidad de diálogo y negociación en condiciones particulares de asimetría. Tanto el diálogo como la negociación se traducen en una abierta subordinación de las culturas indígenas. Este afán culturalista, si bien eficiente en su propósito de dar visibilidad y legitimidad a grupos culturales subalternos, ha tenido un costo significativo. Justamente el proyecto político de los estados nacionales, ha sido y es la construcción de sujetos sociales ajustados a las hormas de las políticas públicas de integración social.

Por otro lado, la idea de una “identidad étnica” supone resolver el fuerte contrasentido entre el concepto etnia en su sentido de “diferencia cultural” o extranjería, y la idea de identidad del latín "identitas", derivado de "ídem" que significa "lo mismo". Esa operación simultánea de semejanza y diferencia concluye como resultado, con la idea de una identidad colectiva extranjera, más o menos homogénea, traducible y visible.

Max Weber define a los grupos étnicos como:

“aquellos grupos humanos que, fundándose en la semejanza del hábito exterior y de las costumbres, o de ambos a la vez, o en recuerdos de colonización y migración, abrigan una creencia subjetiva en una procedencia común” (Weber 1944: 318).


Perspectiva Primordialista

Se suele identificar a E. Shils (1957) como el primero en sugerir la noción de primordialismo para fundamentar su propuesta acerca de la importancia de los grupos primarios en la configuración de las sociedades complejas. Grupos que hacen a los seres humanos orientar su conducta a partir de los fuertes vínculos de solidaridad que generan. Sin embargo, también es frecuente atribuir a C. Geertz (1963) la sistematización de esta perspectiva en su análisis de la constitución de los nuevos estados, donde comúnmente los grupos étnicos se confrontan con las instituciones estatales. Es decir, el nuevo orden civil fue percibido como una amenaza para las identidades étnicas tradicionales.

Los pueblos sienten que su modo de ser está íntimamente ligado a la sangre, lengua, religión o tradiciones. Elementos que son calificados como

“un producto de la activación de sentimientos primordiales vagamente definidos” (Geertz óp cit.: 105).

Perspectiva Constructivista
Por otra parte, las teorías constructivistas acentúan el carácter elaborado de las identidades de los grupos étnicos, en cuya constitución se evidencian componentes históricos, lingüísticos, culturales e imaginarios. La idea de construcción social en la línea de análisis de P. Berger y T. Luckmann (1973), constituye un enfoque particularmente útiles para el estudio de procesos de etnogénesis y de etnificación tanto históricos como contemporáneos (Roosens 1989). Esta perspectiva se nutre de formulaciones teóricas referidas a la formación de naciones a partir de la “invención de la tradición” de E. Hobsbawm (2002) y T. Ranger (1983) o de las “comunidades imaginadas” de B. Anderson (1993). Pero los constructivistas a ultranza tienden a ignorar el hecho de que etnias y naciones no son unidades equivalentes; aunque sí constituyen comunidades culturales que pueden ser similares al poseer identidades exclusivas. La mayor diferencia radica en que la nación es una colectividad de identificación construida por un Estado y sus aparatos hegemónicos, mientras que, las etnias sin Estado, por lo general, carecen de canales de comunicación generalizado que favorezca el compartir tradiciones inventadas o imaginar una existencia comunitaria producto de la convivencia cotidiana o de una ancestralidad compartida.

Es así como en el marco de los procesos de modernización, lo étnico puede estar en un sentido vinculado a formas de integración o exclusión social. Pero también puede referirse a los procesos de construcción social de una alteridad o a un esquema bio-político de agrupamiento y organización social en torno a la idea (real o imaginada) de grupos consanguíneos extendidos. A lo anterior se suma que lo étnico también se asocia con membrecía; vale decir, con la pertenencia a un grupo específico sea por consanguinidad, proximidad territorial, lazos históricos o vínculos culturales y/o religiosos (Anderson óp. cit.).

Los seguidores del constructivismo intentan destacar el carácter procesual del desarrollo de las ideologías étnicas que tienden a asumir referentes emblemáticos, tanto materiales como simbólicos, para legitimarse ante los grupos con los cuales se confrontan. No obstante, este análisis, al no enfatizar los enfoques contextuales y sincrónicos, olvida la historicidad de los protagonistas étnicos y el cambio permanente de los patrimonios culturales.

Perspectiva Instrumental
Otra perspectiva teórica ligada al constructivismo es la instrumentalista, tendencia en cierto modo predominante a partir de las propuestas de A. Cohen (1974), y de N. Glazer y D. Moyniham (1975). Para los instrumentalistas, la identidad étnica es básicamente un recurso para la movilización política, la cual es manipulada para obtener determinados fines. Glazer y Moyniham fueron de los primeros en señalar que un grupo étnico funciona precisamente como un grupo de interés. Cohen, autor clave del instrumentalismo, define taxativamente al

"grupo étnico como una colectividad con intereses en común, que manipula sus formas culturales (parentesco, mitos, ritos, etc.) para competir o defender dichos intereses” (Cohen 1982: 308).

Desde la perspectiva estructural-funcionalista, las monografías de Cohen (1974) demostraron que las identidades étnicas pueden manipularse. Pero no señala su condición previa y posterior a su manipulación. Así, la etnicidad aparece como una contingencia transitoria y no en tanto un dato en sí mismo. Esta explicación resultó muy útil para los comportamientos étnicos en ámbitos migratorios urbanos y luego fue desafortunadamente generalizada a espacios rurales.

El uso estratégico de la etnicidad juega un papel fundamental en el mantenimiento de las identidades de acuerdo con las circunstancias. Dicho uso se expresa en el esfuerzo consciente de líderes, individuos y comunidades en pro de la movilización de signos étnicos para acceder a recursos escasos; materiales y no materiales. Recursos que les han sido históricamente negados por las naciones o grupos étnicos dominantes. Estos grupos dominantes han buscado, a través del tiempo, homogeneizar bajo su propia identidad nacional a todas las demás comunidades minoritarias o subordinadas. Pero, la permanencia de las diferencias culturales, ha demostrado el fracaso de esta empresa homogeneizadora moderna.

Paradigma Etnicidad como Relación

El paradigma relacional propone una forma de organización más cambiante, transitoria y contextual, orientada a regular la interacción social a través de la organización de la diferencia y la adscripción/auto adscripción. Por lo que las identificaciones étnicas resultantes, no se vinculan necesariamente a un patrimonio cultural exclusivo. La categoría frontera o límite aparece así como un rasgo fundamental de lo étnico, ya que la misma existencia del grupo depende de la pertinencia de sus límites.

El enfoque generativo o interaccionista, acuñado por Fredrik Barth (1976) y ampliamente difundido por su carácter dinámico e interactivo, disocia al grupo étnico de la tradicional relación con una cultura específica. Las identidades se construyen para contrastarse de manera tal que:

1) Los grupos étnicos deben considerarse una forma de organización: la organización social de las diferencias culturales. Esto quiere decir que hacia adentro y hacia fuera del grupo, las relaciones sociales se organizan a partir de diferencias culturales.

2) Tales diferencias culturales no se suponen objetivas; están subjetivamente definidas y seleccionadas como significativas por los actores sociales. De esa manera se clasifican a sí mismas y a la vez son clasificados por otros con fines de interacción. En efecto,

“los rasgos que son tomados en cuenta no son la suma de diferencias objetivas, sino solamente aquellos que los actores mismos consideran significativos” (Barth 1976: 15).

De aquí la importancia central de la auto adscripción y de la hetero-adscripción categorial en la teoría de Barth.

3) La identidad étnica se construye o se transforma en la interacción de los grupos sociales mediante procesos de inclusión-exclusión, los cuales establecen fronteras entre dichos grupos; definiendo quiénes pertenecen o no a los mismos.

4) La identidad de los grupos étnicos se define por la continuidad de sus fronteras, a través de procesos de interacción inter-étnica; no por las diferencias culturales que, en un momento determinado, marcan o definen tales fronteras. O, dicho en otros términos, pueden variar los “emblemas de contraste de un grupo” (De Vos 1982: 13) sin que se altere su identidad. De lo contrario, sostiene Barth, no se podría explicar la continuidad en el tiempo de la entidad. En efecto,

“gran parte del contenido cultural que en un momento determinado es asociado con una comunidad étnica no está restringido por estos límites; puede variar, puede ser aprendido y modificarse sin guardar ninguna relación crítica con la conservación de los límites del grupo étnico” (Barth óp. cit.: 49).

Si bien las categorías étnicas presuponen diferencias y marcadores culturales, no se puede suponer una simple relación de equivalencia entre las unidades étnicas basada exclusivamente en la observación de similitudes o diferencias culturales. Los rasgos que son tomados en cuenta por un determinado grupo étnico a modo de marcadores centrales de diferenciación, no se corresponden con la suma de las diferencias objetivas. Sino particularmente con aquellos que los actores mismos consideran significativos. Algunos rasgos culturales son utilizados por los actores como emblemas de diferencia o marcadores culturales. Otros son pasados por alto; y en algunas relaciones hay diferencias radicales que son desdeñadas.

“Since ethnic identity is associated with a culturally specific set of value standards, it follows that there are circumstances where such an identity can be moderately successfully realized, and it’s beyond which such success is precluded. I will argue that ethnic identities will not be retained beyond these limits... The incentives to a change in identity are thus inherent in the change in circumstances” (Barth 1969: 25).

Pertinencia del Enfoque Relacional

Algunos cuestionamientos se refieren a la irrelevancia en que quedan los aspectos culturales, ya que si nos atenemos estrictamente a lo organizacional, cualquier grupo corporativo podría ser considerado en términos étnicos (Bartolomé 1997). Incluso E. Roosens (1989) apunta a que la noción de frontera, punto focal en el análisis de Barth, supone que este tipo de límites a la interacción puede generar identidades; pero no necesariamente identidades étnicas. Las críticas a este enfoque se asocian al riesgo implícito de no poder distinguir las identidades étnicas de otro tipo de identidades sociales; es el caso de las locales o regionales. Es por ello que H. Vermeulen y C. Govers (1994: 3) sugieren que la identidad étnica remite precisamente a “la conciencia de la diferencia”, siendo a la vez una expresión y una parte de la cultura. Resulta entonces necesario distinguir entre conciencia e identidad étnica. Se dijo antes que; la identidad remite a la idea de unidad; en cambio la conciencia étnica remite al conocimiento de la diferencia. Algo así como:

“las manifestaciones ideológicas del conjunto de las representaciones colectivas derivadas del sistema de relaciones interiores de un grupo étnico, las que se encuentran mediadas por la cultura compartida” (Bartolomé 2004: 71).

Se trata de otorgarle un papel específico, en las configuraciones identitarias, a los referentes culturales derivados de la socialización y a las relaciones contrastivas. Las que en conjunto influyen en el tipo de definición del “nosotros étnico”.

“el conjunto de repertorios culturales interiorizados (representaciones, valores, símbolos) a través de los cuales los actores sociales (individuos o colectivos) demarcan simbólicamente sus fronteras y se distinguen de los demás actores en una situación determinada, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados” (Giménez 2000: 28).

En los capítulos siguientes se tratará de resolver el fuerte contra sentido del concepto identidad étnica, puesto que es una verdadera trampa metodológica que impide ver con claridad etnias y sus relaciones con otros grupos. La identidad y conciencia étnica son prácticas de demarcación de fronteras culturales, no siempre explícita en los discursos formales.

Finalmente, la etnia y la etnicidad son etiquetas científicas clasificatorias, es decir, un rótulo o término exógeno a las culturas identificadas. Por lo general, se trata de grupos sociales cuya lógica cultural se aprecia a veces difusa e incomprensible; y en cuyos sistemas organizativos juega un papel relevante el parentesco u otras formas asociativas y solidaridades internas. Son sociedades que, en general, han sido definidas desde afuera de ellas mismas. El término ha sido históricamente utilizado por esta sociedad dominante para designar a grupos culturalmente diferentes.



Latinoamérica

En América Latina en general y en particular en Los Andes, existe un consenso respecto al desarrollo de un conjunto de conceptos que han tendido a visibilizar sujetos sociales, en ámbitos tanto coloniales como republicanos. Así encontramos la idea del indio durante la conquista y colonia; más tarde irrumpe con mucha fuerza la idea moderna del individuo indígena y, finalmente, la idea de etnicidad como un cuerpo social e identitario.

Los tres conceptos mencionados son claves para entender la actual concepción latinoamericana de lo étnico, y, para nuestro trabajo de investigación en Atacama, es trascendental identificar momentos históricos particulares como parte de determinadas estrategias de ordenamiento sociopolítico. Con la formación de los estados nacionales se inaugura un sujeto social sucesor del "indio", el "indígena", pero éste, como revisaremos más adelante, es caracterizado con cualidades distintas a las del indio, por la lógica de la modernidad racionalista, unitaria y homogenizante. Luego, la etnicidad irrumpe a mediados del siglo pasado y adquiere protagonismo en los últimos 20 años. Esta nueva ideología de la diversidad multicultural, se inscribe en un mundo globalizado por la información y las migraciones transnacionales, donde el reconocimiento de la diversidad es un soporte para las relaciones corporativas entre las empresas transnacionales, los gobiernos y los grupos sociales.

Post-colonial

El colonizador se apropia gradualmente de las tierras que requiere; somete, organiza y explota la mano de obra de los indios; inicia nuevas empresas coloniales siempre fundadas en la disponibilidad de esta mano de obra; establece un orden legal para regular y sobre todo para garantizar el dominio colonial; impone estructuras e instituciones jurídicas y sociales, y en la medida en que tales imposiciones son requeridas se consolida y acrecienta el orden colonial.

La diferencia cultural entre colonizador y colonizado no es un simple añadido al sistema de dominio colonial, sino un elemento estructural indispensable. De ahí, precisamente, que sea ésa la única distinción cultural que es preciso asumir y remarcar. No importa cuán diferentes sean entre sí los colonizados, lo que verdaderamente importa es que sean diferentes del colonizador. Por eso son genéricamente indios.

La elaboración de la categoría del indio significa un rompimiento total con el pasado precolombino. No importa cuán abundantes y significativas puedan ser las evidencias de continuidad, de persistencia de elementos culturales entre la población aborigen, lo cierto es que el indio nace entonces y con él la cultura indígena. En esta nueva situación, incomprensible en sí misma, la cultura del colonizado sólo resulta inteligible como parte de la situación colonial. Todos los rasgos de las culturas nativas vigentes al momento del contacto, adquieren a partir de entonces un nuevo significado: ya no son más ellos mismos, sino partes del sistema mayor que abarca también a la cultura del conquistador.

Al mismo tiempo, es innegable que el efecto de la política colonial, no fue el mismo en todas las poblaciones aborígenes sometidas. La diversidad de los resultados concretos obedeció a un complejo entrelazamiento de causas diferentes, pero entre ellas tienen un peso de singular importancia las condiciones particulares de cada sociedad colonizada.

“Sus polos relativos ‘indio’ y ‘español’ han sido ‘inventados’ como contrastes y fueron reforzado, tanto por la necesidad de los españoles de que el indio se hicieran españoles, como por los esfuerzos simultáneos de los indios por resistir a las estrategias españolas civilizadoras y cristianizadoras”
(Abercrombie 2006: 166).

Tradicionalmente, los intereses coloniales han apelado a la reconstrucción de identidades a partir de la segmentación del espacio social en culturas diferentes. En otras palabras, se reelabora una cartografía étnica, confinada a un territorio específico y con un fuerte carácter estático y ahistórico.

"En este sentido, se imponen identidades a modo de un mecanismo de reestructuración de las organizaciones sociales en el nuevo marco colonial de dominación” (Abercrombie 1991: 204).

Así, resignificando y simplificando las identidades de los sectores dominados, el aparato colonial establece prácticas que dejan de lado aquellos aspectos constitutivos de pertenencia y representaciones previas; como sus relaciones sociales, las territorialidades o las auto-adscripciones. Sobre esta práctica colonial, a su vez, se extiende un proceso más amplio de homogeneización de identidades y de diferencias sociales y culturales. Estas estrategias adoptadas por los españoles para ocupar y explotar el territorio, eran fundamentales para crear una realidad social acorde a los intereses coloniales.

Así las “ficciones hegemónicas leídas sobre el fondo del pasado como producto de las luchas ideológicas del presente: una tradición inventada, ficciones sostenidas tanto por indios cristianizados, como los de y por la iglesia, como por los colonizadores como grupo” (Taussig 1995: 377).

Es un error rescatar al indio soslayando el peso español y cristiano en la constitución y factura del significado de sí mismo. Y menos no contemplar la manipulación del pasado desde el presente.

Al finalizar el período colonial los pueblos indios del continente habían sido reducidos a comunidades rurales fragmentadas, débiles y arcaizadas. Y en las ciudades, a un segmento dedicado a la servidumbre y a las ocupaciones de menor prestigio.

Caso 1. Operaciones Conceptuales para la etnicidad en el Desierto de Atacama, en el norte de Chile

Estos conceptos como interculturalidad, etnicidad, campo étnico, etnificación, etnogénesis y etnopolítica, permiten visibilizar un proceso diferencial, administrativo e inclusivo de la alteridad en Atacama.


Observación 1

“Las zonas de contacto intercultural se caracterizan por una traductibilidad mínima resultado de la negociación entre diferentes grupos en Atacama”

Atacama será entendida como una zona de contacto intercultural, donde acaecen las relaciones entre individuos o instituciones que admiten diferencias fundamentales. La coexistencia de culturas diferentes requiere de espacios formales e informales para la ocurrencia de las relaciones sociales, éstas suponen, entre muchas otras cosas, la confrontación no sólo de ideas, sino además de cogniciones.

Tanto la interculturalidad como la multiculturalidad plantean la cuestión de los límites de aceptabilidad de las partes que definen y redefinen las relaciones étnicas, en nuestro caso se examina la construcción estratégica de un orden étnico atacameño, ubicado en una zona de frontera entre Chile, Bolivia y Argentina.

Observación 2

“La etnicidad es una relación social que ocurre en un contexto particular, circunstancial y contingente, sin embargo la cultura es el conjunto de repertorios primordiales vagamente definidos”.

La etnicidad como cultura está enraizada en el sentido común, la idea culturalista de “área cultural” ha primado como enfoque para entender el fenómeno étnico-cultural; la perspectiva primordialista da sustento a la idea de sentimientos primordiales vagamente definidos por los fuertes lazo de solidaridad(Geertz 1963).

La etnicidad es una relación que se construye socialmente en espacios de frontera cultural, en escenarios de dominación mediados por reglas y normativas; así, se entenderá a la etnia atacameña, como una particular organización social de las diferencias culturales. Esto quiere decir que, tanto hacia adentro como hacia fuera del grupo, las relaciones sociales se organizan a partir de diferencias culturales. Aquí la importancia central la tiene la adscripción y la auto-adscripción como procesos simultáneos. La etnicidad atacameña se construye en la interacción con otros grupos sociales, mediante procesos de inclusión-exclusión. Estas dinámicas establecen fronteras entre dichos grupos, definiendo quiénes pertenecen o no a los mismos.

Observación 3

“Las fricciones son conflictos que tienen un carácter más contingente, no obstante, las fisuras generativas serían aquellas divisiones sociales perdurables e históricas”.

Recogemos la definición de Cardoso de Oliveira (1962), donde se presenta la fricción interétnica, como una forma de describir la situación de contacto, entre grupos étnicos irreversiblemente vinculados unos a otros, a través de los conflictos (manifiestos) o las tensiones (latentes) existentes entre ellos. Estos conceptos nos permiten abrir el campo a la intensa lucha de los grupos étnicos en contacto, donde se construye un locus de control mutuo, así ambas partes mantendrán unas creencias y cambiarán otras.

Por otro lado, la idea de “fisuras generativas” de Valenzuela (1999), diferencia las rupturas sociales e históricas de amplio alcance de aquellas fricciones más circunstanciales. Se empleó aquí esta noción como un punto de apoyo para describir las relaciones étnicas en Atacama, a través de procesos históricos locales como la chilenización. Las fisuras generativas serían aquellas divisiones sociales perdurables, que tienen un papel importante en la estructuración de los espacios sociales locales y que la tienen, en la medida que dan origen a agentes sociales y a una acción social concomitante con ellas. Lo interesante de las fisuras es que producen alineamientos de sujetos, definiciones de propósitos, especificaciones de identidad e identificación.


Observación 4

“La etnificación es un proceso diferencial, administrativo e inclusivo”

Entenderemos la etnificación como la acción de dotar de sentido racional a la diferencia difusa, es decir, transformar una diferencia incognoscible en una plausible. Es el acto de historizar, sociologizar y antropologizar la diferencia. Esta etnificación sugiere la idea de que hay agentes que etnifican cualidades, que dan una fisonomía específica a los cuerpos sociales étnicos; como conciencia, identificación, percepción y prácticas sociales con sentido étnico.

Así los administradores de la diferencia en Atacama, serán arqueólogos, etnohistoriadores, sociólogos, antropólogos y también los líderes indígenas. Todos ellos dotarán de sentido racional y/o normalizarán cualidades culturales incomprensibles o simplemente irracionales, obviamente desde la cultura dominante.

La arqueología organiza los restos materiales en una propuesta discursiva, que ajusta continuidades y rupturas culturales a períodos cronológicos. Esta es una rica fuente de etnicidad que; inscribe y normaliza estilos artísticos, orientaciones políticas y religiosas y clasifica un conjunto de restos materiales que dan un sentido transhistórico a las comunidades étnicas. La etnohistoria, organiza el material escritural sobre la diferencia cultural o étnica, expone episodios de contacto a través de distintas épocas, en nuestro caso colonial y postcolonial. Por su parte la sociología, normaliza, para la comprensión intercultural de la diferencia a través de la homologación equivalente. Así encontramos redes, acciones, relaciones e instituciones sociales dentro de un marco de traductibilidad. La antropología juega un papel crucial en la construcción de una alteridad y una otredad como reflejo y contorno de los límites de sí mismo, genera así un “Otro” traducible y por ende administrable.

El abierto proceso de diferenciación requiere de un evento administrativo que necesariamente lleva a la inclusión de grupos. De ese modo las diferencias entre culturas son traducidas y puesta en codificaciones científicas para ser administradas.

Luego, serán incorporadas a los circuitos de convivencia multicultural, así la normalización de la diferencia en Atacama se remite a los marcos legales y jurídicos del Estado de Chile, cualquier manifestación que no pueda ingresar a un canon racionalmente aceptable será reprimida como una desviación antisocial.


Observación 5

“Lo que define el campo étnico es el modo en que éste contribuye a la construcción y definición de un sujeto para la política étnica y un sujeto étnico para la política”.

La génesis del campo étnico, es la aparición de un espacio social para resolver los asuntos de la diversidad cultural. Es una estructura que organiza las luchas, conflictos, resistencias y asimilaciones. Lo que justifica la construcción de este campo, es la necesidad de evitar conflictos tanto económicos como bélicos, debido a los costos que ello implica. Así, el reconocimiento y la participación dependerán de las condiciones históricas, sociales, económicas y políticas involucradas.

De acuerdo con los presupuestos teóricos del campo propuesto, éste es un sistema de relaciones sociales, definido por la posesión y producción de una forma específica de capital. Cada campo, en nuestro caso el étnico, es —en mayor o menor medida— autónomo; la posición dominante o dominada de los participantes en el interior del campo depende en algún grado de las reglas específicas del mismo. El conjunto estructurado del campo, incluye sus influencias recíprocas y las relaciones de dominación entre ellos, define la estructura social (Bourdieu 1970).

En esta investigación, el “campo étnico” es muy útil para identificar y describir cómo, dónde y cuándo se resuelven los asuntos de la diferencia. En Atacama se construyen escenarios socio-políticos, en base a la definición operativa e instrumental sobre sujetos sociales, visibles y corporativos, de otra manera sólo primaría el caos y la inteligibilidad. El campo es espacio de juego históricamente construido, con sus instituciones específicas y particulares normas de funcionamiento. El campo étnico de operación atacameño está dado por: a) la pugna y competencia de capitales simbólicos, económicos y sociales en Atacama; b) una jerarquización entre quienes imponen un capital y aquellos que aspiran tenerlo; y c) una dinámica específica donde las reglas se moverán según se muevan las posiciones de los actores (íbid.).


Observación 6

“¿La etnogénesis es la emergencia de un sujeto para la política étnica?”

Este trabajo consigna a la etnogénesis atacameña como el surgimiento de una nueva entidad sociocultural, cuya identidad es el resultado de procesos de ajuste a los parámetros de integración nacional, debido a ello la continuidad temporal del grupo se hace difusa. Por esta razón se indagan los momentos que permiten reconstruir la génesis atacameña y cómo adquiere su condición étnica en el imaginario nacional.

Luego, se examina la emergencia del “sujeto político atacameño” que se hace visible cuando, “otro” cultural, lo reconoce y, en ese acto, es marcado por la legitimización formal y legal. ¿Será la construcción y definición de un sujeto para la política un reflejo de los estereotipos estables? y ¿qué le permiten a las operatorias étnicas construir rastros de existencia política? La pregunta pertinente es ¿cómo diferenciar la constitución de un sujeto social de uno étnico?

Observación 7

“La etnopolítica, si bien es la lucha por el reconocimiento de la diferencia cultural, también es la ideología de cohesión de la diferencia”.

El multiculturalismo es una intención política de la aceptación de la diferencia. En Latinoamérica y en Chile en particular, en las últimas dos décadas se ha materializado en la incorporación de las etnias a un nuevo escenario político producido por su reconocimiento jurídico. Reconocer la diversidad étnica ha sido un logro continental. Pero no pasó mucho tiempo para que la conquista democrática se enfrentara con la etnopolítica de la propia diversidad. Una cosa es la diversidad como sistema plural de formas culturales, otra muy diferente es el complicado escenario de las interacciones y limitaciones con que se realiza o no, la diversidad en la política.

La etnopolítica para el Estado “es una ideología de cohesión, culturalmente determinada, que se presenta como respuesta a los desafíos que impone la diversidad étnica y cultural —a sí misma, a las sociedades, a las etnias, a las naciones y a los Estados—, para alcanzar los derechos históricos de las libertades culturales, necesarias para la reproducción social y cultural” (Zambrano 2004: 125).

De esta manera se consiguen los niveles de inclusión indispensables para su participación política y para desplegar el reconocimiento de la legitimidad de su contribución en la delineación de los trazos de convivencia multicultural.

Las dinámicas de los movimientos sociales que son estructurantes de realidades sociales, culturales y políticas, no son meros actos de protesta. Percibidas así poseen capacidad para conformar identidades (Melucci 2001, Laclau 1990; Mouffe 2000), o identidades proyecto (Castells 1999). La conflictividad social latinoamericana se establece más allá del límite de una pugna entre Estado y pueblos indígenas, existen actores privados que también compiten por los recursos sociales y naturales. Las reivindicaciones sociales de la diferencia en Latinoamérica se asocian a derechos lingüísticos, autonomía regional, representación política, curricular educativa, reivindicaciones territoriales, política de inmigración, naturalización ciudadana, símbolos nacionales, himnos nacionales y festividades oficiales entre las más importantes.

Marcadores Culturales

“Since ethnic identity is associated with a culturally specific set of value standards, it follows that there are circumstances where such an identity can be moderately successfully realized, and it’s beyond which such success is precluded. I will argue that ethnic identities will not be retained beyond these limits... The incentives to a change in identity are thus inherent in the change in circumstances” (Barth 1969: 25).

Aunque las categorías étnicas presuponen diferencias y marcadores culturales, no se puede suponer una simple relación de equivalencia entre las unidades étnicas. Los rasgos que son tomados en cuenta por un determinado grupo étnico como marcadores centrales de diferenciación, no se corresponden con la suma de las diferencias objetivas, sino particularmente con aquellos que los actores seleccionan como significativas. Algunos rasgos culturales son utilizados por los actores como emblemas de diferencia, otros son pasados por alto y desdeñados (Barth 1976).

Mostraremos marcadores culturales claramente consensuados, a modo de indicadores que nos permitan situar la etnicidad atacameña. Muy relevante será para esta investigación la aparición de nuevos marcadores o combinaciones específicas.

La Lengua es un poderoso indicador de identidad étnica y nacional. Cuando una lengua dominante desplaza a otras lenguas subalternas, entonces la cultura de los grupos subordinados cambia. Es por esta razón que las políticas lingüísticas son importantes en los procesos de cambio cultural, así la lucha por los derechos lingüísticos es a menudo un factor importante en los conflictos étnico.

Las Creencias religiosas y/o cosmovisión, siempre son una característica relevante de la identidad de un pueblo. En las sociedades en que la religión interviene en las diferentes esferas de la vida pública, puede ser un factor hegemónico y por lo tanto determinante para establecer diferencias.

El Territorio es la base de las estructuras económicas y políticas, mismas que constituyen las unidades fundamentales en la vida de los grupos humanos. Se considera que el territorio es el elemento determinante para la existencia de una nación.

La Organización Social es el término técnico de las ciencias sociales para refiere a la compleja red de instituciones y relaciones socio-parentales que proporcionan consistencia a un grupo étnico, más allá de la identidad personal de sus miembros individuales. En la medida en que estos participan en la organización social, aumenta su dependencia ante los valores colectivos. Para esta investigación se consideran las fronteras y límites sociales del grupo, como elemento fundamental en la definición de la etnicidad. Para Atacama se evalúa si la organización social establece los límites de un grupo y cuál es el marco dentro del que se distinguen los “nosotros” y “ellos”, “propios” y “extraños”.

La Raza, es la categoría bio-política de la diferencia. Lo que hace a la raza un indicador particularmente importante de la identidad, es que comúnmente no sólo se refiere a los atributos biológicos de los individuos (color de piel, rasgos faciales, complexión corporal, etc.), sino también a las “supuestas” cualidades sociales, culturales y psicológicas que se asocian a ella.

4 comentarios:

  1. Muy buen artículo. ¿Quién es el autor? Me gustaría citarlo en el contexto de mi tesis.
    Muchas gracias!

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  2. Es una información muy valiosa.
    gracias.

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  3. Es muy util como referente teorico, pero tambien debe tener puesto el nombre del autor. Vale la pena citarlo.

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  4. Si sería muy util saber quien es la autora o el autor

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