Etnicidad

Terremoto/Infanticidio/Ritual

Una fuerza ancestral incontrarrestable

Como consecuencia de este acto se procesó a los supuestos hechores del sacrificio, Juan Pañán y José Vargas, este último, abuelo del niño que habría sido descuartizado y arrojado al mar. Ambos confesaron y luego negaron el hecho. Fueron puestos en libertad después de dos años de cárcel, porque el juez estimó que habían actuado impulsados por una fuerza ancestral incontrarrestable. El magistrado se apoyaba en el precedente de 1953, cuando el tribunal absolvió a Juana Catrilaf por el asesinato de su abuela, que perpetró convencida de que la anciana había matado a su hijo, casi un recién nacido, invocando a un espíritu maligno que acudía en la forma de un perro rojo.

El investigador norteamericano Patrick Tierny, quien se dedicó mucho tiempo a estudiar los sacrificios humanos en el área andina, pasó mucho tiempo, en los años 80 en la zona del lago Budi, participó en guillatunes y conversó con los testigos de aquel rito de inmolación. Las versiones que obtuvo son contradictorias. Todos coinciden, sin embargo, en la magnitud de la catástrofe y en el pánico que ésta produjo. Tierny constató que los que recordaban el suceso seguían hablando con miedo reverencial del mismo 2. Después del sismo que agrietó la tierra y la sacudió con violencia, el mar empezó a retirarse, dejando las embarcaciones varadas y mostrando kilómetros del hasta entonces invisible lecho marino. Después de un silencio apocalíptico las aguas se abalanzaron sobre la tierra arrasándolo todo. Entonces los habitantes del sector pensaron que el mundo iba a acabarse y que lo único que podía salvarlos eran sus ritos ancestrales. Muchos de ellos subieron el cerro Mesa con la machi Juana, y allí comenzaron a bailar. En ese momento y en ese lugar habrían ofrecido el sacrificio y hay quienes afirman que poco después que éste fue perpetrado el mar empezó a calmarse.

Las circunstancias que rodean al sacrificio son bastante dramáticas. El niño inmolado era huérfano de padre. Su madre se había ido a trabajar a Concepción y José Painecur vivía con su abuelo, José Vargas, uno de los acusados de haberlo entregado al mar. El niño se había mostrado poco apto para las tareas del campo, como el pastoreo, y en general flojo e inútil. Por eso se ocupaba sólo en trabajos muy elementales, como el de recolectar leña. Entrevistado por Tierny, Vargas afirmó que su nieto estaba en esta tarea, en la playa, a un kilómetro de su casa, cuando vino la ola y se lo llevó.

Hubo quienes contaron el dramático momento en que el niño, adivinando que iba a ser sacrificado, le imploró a su abuelo que lo perdonara, que en adelante sería más trabajador. Su misma madre, Rosa Painecur dijo: que la machi había pedido a ese niño prometiendo que si lo sacrificaban el mar no crecería más.

Al parecer la machi Juana había recibido un mensaje divino durante un sueño. Tierny llegó a conocer bastante a la machi, pero nunca consiguió que le hablara de ese mensaje sobrenatural. Sin embargo comprobó, en varias ocasiones, sus poderes de adivinación y sanación. En octubre de 1983, en la primera visita que le hizo, ella vaticinó que dentro de dos años vendría otro terremoto, el que efectivamente se produjo en marzo de 1985. El investigador pudo constatar también que ella era un personaje temido y en cierto modo maldito, por lo que vivía bastante aislada. Siempre negó el sacrificio, pero tenía su versión de la catástrofe. Según ella, el terremoto se produjo porque los mapuches "se habían apartado de la verdadera religión", volviéndose malos, como los huincas: "La tierra se había enfermado como se enferma una persona…".

Entre los entrevistados por Tierny se cuenta también la Machi Claudina Deumacán, quien le hizo revelaciones sobre el espíritu del cerro Mesa, que sería el mismo espíritu de la machi Juana, y que es importante porque está conectado con el mar y con el volcán Llaima. Los espíritus de los volcanes son los pillanes, que para Claudina serían "como santos". El niño sacrificado en el cerro Mesa también habría pasado a ser un santo. Agregó Claudina que no fue el único inmolado durante el terremoto de 1960. Poco después, una visitadora social de la región le comentó a Tierny, que según un cacique local era probable que hubiese habido sacrificios humanos en toda la zona costera. Esto nos parece poco probable, puesto que sólo hubo un proceso y un caso conocido.

La otra víctima

Al parecer alcanzó a desarrollarse cierta veneración por el niño sacrificado, pero la investigación policial interrumpió ese culto incipiente. Según el juez, todos acusaron a la machi Juana de haber ordenado el sacrificio, y ella habría actuado impulsada por una revelación divina y por la urgencia de la situación. Sin embargo en la investigación de Tierny fueron apareciendo otros implicados. Le dijeron al investigador, que Domingo Manquián era el negpín, es decir, la autoridad máxima en materias vinculadas con lo sagrado. En el cerro Mesa se estaba celebrando un rito y la machi no habría podido dar la orden de hacer un sacrificio sin la aprobación del negpín. Tierny entrevistó a Manquián, quien se había convertido al cristianismo y negó haber estado en el lugar cuando se cometió lo que calificó de "un pecado muy grande".

Posteriormente Tierny se enteró de que el verdadero ngenpín, en el tiempo en que ocurrió el terremoto, había sido el padre de Domingo Manquián. Le dijeron también que en la ceremonia del sacrificio había participado un viejo cacique, Trafinado, que era bisabuelo de la víctima. Habría habido, por lo tanto, además de la machi Juana, dos personas, un cacique y un ngenpín, que tenían autoridad para aprobar o vetar el sacrificio.

De este modo, la segunda víctima sería la misma machi Juana, que cargó con toda la culpa de un sacrificio que ordenó con el absoluto convencimiento de que era la única forma de salvar a su pueblo.

A nosotros, civilizados, modernos nos produce horror este acto sacrificial, visto desde fuera de la cosmovisión mapuche. Seguramente a los mapuches y a otros pueblos originarios les producirían el mismo horror los actos de inmolación infantil de nuestra cultura occidental, como la famosa Cruzada de los niños, y más recientemente la pedofilia y toda la explotación comercial en torno la misma, el maltrato y el abandono de los niños y el aborto que si se suman al ecocidio conforman el panorama en que nuestra civilización se ha convertido en predadora de su propio futuro.

Entre las catástrofes que se anuncian a causa del calentamiento global, están las inundaciones, de modo que deberíamos esperar el próximo y cada vez más frecuente despertar, en el fondo del océano, de una kai kai, esta vez globalizada.



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2 Tierny, Patrick, Un altar en las cumbres. Historia y vigencia del sacrificio humano. Muchnik Editores S.A. Barcelona 1991. Todas las citas y referencias que vienen a continuación pertenecen a esta edición.


Sonia Montecino, Mito, sacrificio y políticas de la diferencia:
el terremoto del 60 en el lago budi. Revista Anales: Terre/Mare/Moto 2011.



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